Muchos españoles se han sentido aludidos por las terribles imágenes del cayuco que ha volcado en pleno puerto de La Restinga, en la Isla del Hierro. No me extraña. El balance, provisional es de siete mujeres muertas y un bebé desparecido.

Pero con la ceguera propia del político, lo único que se les ocurre es que hay que dejar que entre todo el mundo y ampliar los barracones -por no decir, campos de concentración- donde darles alojamiento durante unos días para después dejarles sueltos en las calles.

La ayuda al desarrollo ha sido un fracaso desde que se volvió filantropía onegera y buenista, es decir, nociva y estúpida

¿Que los ilegales no son delincuentes? Lo son desde que han violado las fronteras pero, sobre todo, si no lo son los serán: ¿o es que usted, si tuviera hambre, no robaría para comer? Yo sí lo haría. Y hasta sería más ilegal que inmoral. Y luego está lo del dicho navarro: "Cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas".

Pues no actuemos como los políticos. Para comprender la inmigración, hay que partir de dos principios:

1.La inmigración es mala per se. Cuando alguien emigra es porque en su tierra, en sus raíces, con los suyos, por las causas que sean, la vida es imposible. Por lo tanto, hay que mejorar la vida allí, hay que ayudar a los países de origen en origen, si es caso con lo que San Juan Pablo II llamó "injerencia humanitaria".

No nos engañemos: la ayuda al desarrollo ha sido un fracaso desde que se volvió filantropía onegera y buenista, es decir, nociva y estúpida. Es muy probable que esa injerencia deba ejecutarse, en un principio, por la fuerza, porque el principal enemigo de la gente en muchos países pobres, por ejemplo en aquellos países de donde proceden los inmigrante que llegan a la Isla de Hierro, son sus propios dirigentes.

2.Hay que convertir la inmigración ilegal en legal, no fomentar la ilegalidad de los cayucos y acogerles luego en barracones temporales. En definitiva, hay que ampliar el cupo de aquellos que llegan por el aeropuerto Adolfo Suárez, no por la Isla de Hierro, y, ojo, obligarles a integrarse en España, lo cual exige muchos medios para dos cosas: enseñarles el idioma, la historia y las costumbres españoles, y, más importante aún: respetar a España, a los españoles y, ahora sí, a las españolas.

Si no estás dispuesto a financiar todo esto con tus impuestos, ni te atrevas a decir que sólo la ultraderecha se opone a la inmigración.

Y desde ahí, sí, abrir las fronteras todo lo que sea posible, en el convencimiento de que es por ayudar, porque la inmigración no va a resolver absolutamente nada. Desde luego no el pago de pensiones y sí, la inmigración va a aumentar la delincuencia y la inseguridad... como no podía ser de otro modo, que diría Óscar López.

En origen, la salvaje migración en cayucos consiste en musulmanes explotando a negros, como han hecho desde hace siglos en África. Y si hay que atacar con violencia a las mafias de traficantes en los países de tránsito... pues se les ataca

Por cierto, este cambio de inmigración ilegal a legal conlleva el terminar por las bravas con la salvaje migración en cayucos, que, por lo general, son musulmanes explotando a negros, como han hecho desde hace siglos. Por tanto, si las fuerzas armadas o la inteligencia militar quieren eliminar a las mafias que trafican con personas, aún que sea violando una frontera extranjera (a fin de cuentas se dedican a violar las nuestras utilizando a esos pobres infelices) por mí que no quede. Y si son gobiernos soberanos los que protegen a esa mafias, o son ellos mimas las misma mafias, pues a por ellos, por la fuerza. Y que no me vengan con que llegaron en cayucos desde Guinea, porque eso es imposible. Y si no, observen este tuit explicativo del experto en inmigración ilegal, Rubén Pulido. 

 

 

Los que murieron en La Restinga no fueron los miembros de esas mafias, fueron mujeres, niños y bebés.