
Con cierto retraso, he visto El Grito Silencioso (2022), que comenzó siendo un documental y ha terminado, años después, convirtiéndose en una historia muy bien contada, del doctor Bernard Nathanson, el gran abortero.
La película descubre dos hechos apasionantes: cómo se manipula a las masas para que aplaudan la aberración y cómo el médico más abortero de Estados Unidos cuando, tras asesinar a miles de inocentes, vio, por primera vez, por ultrasonidos, lo que hacía... y entonces se quebró.
Hasta ese momento, Nathanson mataba bebés pero no veía su forma, sólo masas de carne y sangre. La forma, en filosofía, siempre se ha ejemplificado así: 'Mira una silla, ahora cierra los ojos e imagínate la silla que has visto: estarás viendo la forma de la silla".
Pues eso, Nathanson, tras perpetrar miles de abortos, miles de homicidios, vio por vez primera la forma del bebé al que estaba matando, vio que era un ser humano y supo lo que había estado haciendo durante años: asesinar.
Incluso descubrió entonces, décadas después, que había asesinado a su propia hija, cuya madre, una antigua novia, no quería tenerlo... y pensó que había realizado una buena obra.
Roe vs Wade: el mal siempre opera como una mentira. Norma McCorvey ni tan siquiera llegó a abortar pero fue utilizada por los aborteros, que la engañaron, para conseguir legalizar la gran matanza del más inocente y más indefenso de los seres humanos
Hasta entonces no lo había visto.
61 millones de bebés han sido asesinados en EEUU desde la sentencia Roe vs Wade: en el mundo han sido más de 2.000 millones los asesinados en aborto quirúrgico, en el químico han sido muchos más.
Porque el aborto muestra su verdadera gravedad -es una salvajada- cuando se ve. Es entonces cuando el embrión se convierte, en nuestras mentes y nuestros corazones, en una persona, con un código genético individuado, distinto del padre y de la madre... y Dios ama a ese embrión, como dijo Benedicto XVI, resumiendo en cuatro palabras, toda la doctrina sorbe el aborto y la contracepción.
Por cierto, un añadido: el mal siempre opera como una mentira. Norma McCorvey ni tan siquiera llegó a abortar pero fue utilizada por los aborteros, que la engañaron, para conseguir legalizar la gran matanza del más inocente y más indefenso de los seres humanos.
Y por cierto, no sólo se manipula a la plebe, también a los expertos. A estos, mucho mejor, porque otro de los éxitos de El Grito Silencioso consiste en resumir cómo se manipuló al Tribunal Supremo norteamericano que para su vergüenza, terminó por legalizar la barbarie.