Han pasado casi tres años desde que Pedro Sánchez dijera aquella frase, “Si Botín y Galán protestan es que vamos por la buena dirección”, que marcó el distanciamiento del presidente del Gobierno con la banquera, una relación fría y distante que lejos de mejorar se ha enquistado.
Pero Botín se ha cansado y se ha sacudido el yugo de Moncloa, aprovechando la llamada de atención de Bruselas al Gobierno con motivo de la consulta pública acerca de la OPA del BBVA sobre el Sabadell y la elevación de la operación al Consejo de Ministros. Nada será igual desde ahora, tras el varapalo europeo.
Para entendernos, el dinero sigue siendo muy cobarde y sólo se rebela en caso de extrema necesidad y siguiendo la estela de un tercero que, en este caso, además, tiene peso específico: la Comisión Europea de Ursula Von der Leyen. “No tenemos conocimiento de ninguna razón que pudiera justificar el rechazo o el bloqueo de la operación. Por tanto, esperamos que el Gobierno español se alinee con las decisiones de las autoridades competentes”, señalaron el miércoles fuentes comunitarias tras la decisión de Carlos Cuerpo. Una advertencia seria, por cuanto Bruselas se reserva la posibilidad de llevar al Gobierno al Tribunal de la UE.
El ministro, en cualquier caso, no ha perdido la compostura: “Es importantísimo ser muy respetuosos con el procedimiento, con nuestra normativa y con la actuación de las distintas instituciones que tienen algún peso de decisión en este proceso de adquisición”, afirmó este jueves desde Estambul.
Todo está en manos de Moncloa, aunque Sánchez esté, probablemente, en su momento más bajo.