En el calendario litúrgico su fiesta está prevista para el 26 de junio. Esto es lo que le contesta San Pelayo, un adolescente de 14 años, preso en Córdoba a Abderramán III el hombre más poderoso del mundo, en aquel comienzo del siglo X. 

"Sí, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo, aunque no lo quieras". 

Me encanta cuando los historiadores orgánicos reflejan a Abderramán III como el ilustrado, cuasi científico, además de dueño del mayor ejército del mundo. Al parecer olvidan que este malnacido era de una crueldad miserable. Cuando vio al casi niño Pelayo decidió que tenía que conseguir dos cosas: que se convirtiera al islam y que permitiera ser sodomizado por Su Majestad. Pelayo se negó a ambas osas, por lo su su ex excelencia se molestó muchísimo y decidió matarle con tortura, desgajándole los miembros con tenazas.

Los mártires de Córdoba, gracias a San Eulogio y a otros, están muy bien documentados.

San Pelayo, maestro de pureza, y el progresista Abderramán III componen una historia de ayer pero también de hoy. La pureza es para valientes y el martirio de cristianos por causa de su fe es cada vez más vigente.